África y sus mártires: ¿será Traoré el siguiente?
Palabras del Autor
No soy experto en Historia de África, geopolítica global, ni nada parecido; solo soy un joven filósofo africano que, ante la impotencia, hace uso de las únicas herramientas que tiene a su alcance, al estar HARTO, harto y super harto de ver cómo el ciclo se repite UNA, OTRA, OTRA Y OTRA VEZ con todos los líderes que realmente han sentido por nuestro continente…
Este modesto artículo no es ni la cuarta parte de todo cuanto quisiera decir y explicar, pero al estar condicionado por la extensión del artículo, el formato, el tono y todos esos impedimentos, por ahora, solo podré decir lo siguiente:
"Los resultados suelen ser imposibles de conseguir cuando estamos utilizando las herramientas inadecuadas", por tanto, hoy no vengo a hablarles a todos, porque no todos quieren ni pueden entender mi mensaje. No vengo a alentar solo a los africanos, a recitar el mismo verso a los pueblos oprimidos, ni atosigar a los jóvenes que llevan siglos levantándose contra el dominio. Esta vez me dirijo tanto a ti, joven africano (pero con piel clara), como a ti, joven occidental (pero con valores africanos). A ti que has crecido escuchando que el mundo está dividido en "vencedores" y vencidos, en conquistadores y conquistados. Tú que quizás nunca te has cuestionado por qué el mundo está en llamas, por qué las guerras parecen inevitables, por qué la pobreza en el sur global persiste. No eres tú quien empezó todo esto, pero puedes ser parte de su final.
Esta es una alerta, un llamado directo a que te cuestiones, a que observes tu entorno y reflexiones sobre el peso de la historia que llevas a cuestas. Porque el mundo sigue en caos no solo por aquellos que fueron conquistados, sino también por aquellos que, generación tras generación, eligieron asesinar, extorsionar y expoliar en lugar de colaborar.
Introducción
África es vasta, rica y poderosa, -creo que eso no tiene discusión-. Su suelo es generoso en minerales, su sol es fuente de vida, sus culturas vibrantes, y su gente resiliente. Pero África también es una tierra ensangrentada por traiciones, intervenciones extranjeras y muertes prematuras. No por guerras naturales (aunque también por ellas si queremos ser sinceros), sino por un patrón cuidadosamente ejecutado: asesinar a quien se atreve a imaginar una África libre.
Desde Patrice Lumumba hasta Thomas Sankara, desde Gadafi hasta tantos otros nombres silenciados, los líderes que han intentado poner a África en pie no solo han sido marginados… han sido eliminados. Cada muerte ha sido una advertencia. Cada silencio, una complicidad. Y ahora, mientras el joven Ibrahim Traoré emerge con un discurso de dignidad y soberanía, la historia vuelve a contener la respiración.
Este artículo no es una elegía, un lamento ni victimismo. Es un grito. Es un espejo para la juventud africana y occidental. Porque ya no basta con admirar a nuestros mártires. Debemos entender por qué mueren… y cómo impedir que se repita el ciclo.
Mártires y traidores: Los fantasmas del continente africano
África ha visto caer a muchos de sus mejores líderes. Hombres y mujeres que se atrevieron a desafiar el orden establecido por las potencias vampiro, que drenan los recursos del continente mientras mantienen el yugo económico. Todos ellos soñaron con una África emancipada, pero el precio de ese sueño fue la muerte.
¿Y quiénes fueron los verdugos? No solo las manos extranjeras, sino también traidores internos. Gobiernos corruptos, líderes vendidos al poder occidental, que, en lugar de luchar junto a sus pueblos, eligen el soborno y la traición. La traición duele más cuando viene de los tuyos, y esa es la herida más profunda que África sigue arrastrando.
1. Patrice Lumumba – El mártir del Congo (1961)
Patrice Lumumba fue una de las figuras más emblemáticas del panafricanismo temprano. Nacido en el entonces Congo Belga, Lumumba fue autodidacta, periodista, y un orador excepcional. En 1960, lideró el país a la independencia y se convirtió en su primer ministro.
Su visión era clara: unidad nacional, soberanía política, independencia económica. Se negó a que el nuevo Congo fuera una neocolonia disfrazada. En su famoso discurso de independencia, pronunció palabras imborrables: “Ya no seremos sus monos ni sus esclavos”.
Esa dignidad le costó caro. Bélgica, la CIA y ciertos intereses locales orquestaron su derrocamiento. Fue arrestado, torturado y ejecutado brutalmente. Su cuerpo, disuelto en ácido, nunca tuvo sepultura. Lo que sí sobrevivió fue su espíritu, que sigue encendiendo luchas en todo el continente.
2. Thomas Sankara – El revolucionario africano (1987)
Sankara es, para muchos, el líder más íntegro que haya conocido África postcolonial. En solo cuatro años (1983-1987), transformó Burkina Faso desde uno de los países más pobres del mundo hasta un ejemplo de dignidad y autosuficiencia.
Cortó los salarios de los funcionarios, abolió privilegios, rechazó préstamos del FMI, promovió la educación masiva y la salud pública. Plantó millones de árboles contra la desertificación y promovió el consumo de productos locales.
Fue asesinado en 1987 por su exaliado, Blaise Compaoré, en un golpe claramente respaldado por potencias extranjeras. El crimen quedó impune durante más de tres décadas. Sankara no murió porque fracasó. Murió porque estaba funcionando.
3. Muamar el Gadafi – El soñador panafricano (2011)
Gadafi fue una figura controvertida. Gobernó Libia por más de cuatro décadas, con mano dura, pero también con una visión transformadora. Mientras Occidente lo acusaba de dictador, miles de africanos lo admiraban por su compromiso con la unidad africana.
En sus últimos años, promovió la creación de una moneda única africana respaldada en oro, un banco central africano y un ejército continental. Soñaba con una África soberana, fuerte y sin dependencia del dólar ni del euro.
Eso fue suficiente para desatar la furia de Occidente. En 2011, en medio de la llamada “Primavera Árabe”, la OTAN bombardeó Libia bajo el pretexto de proteger civiles. Gadafi fue capturado y ejecutado en condiciones humillantes. Libia pasó de ser uno de los países con mayor IDH de África a un Estado fallido, fragmentado y esclavizado por milicias.
4. ¿Ibrahim Traoré será el siguiente?
En 2022, en medio de la inseguridad, el caos y la intervención extranjera disfrazada de cooperación, un joven capitán del ejército burkinés, Ibrahim Traoré, lideró un golpe de Estado. Desde entonces, ha tomado medidas inusuales: expulsó tropas francesas, denunció la injerencia de potencias extranjeras, promovió la soberanía nacional, y ha llamado a la juventud a organizarse para defender su territorio.
Traoré ha empezado a construir alianzas con países africanos que comparten la misma visión de ruptura con el neocolonialismo, especialmente Mali y Níger. En sus discursos, hay una claridad que recuerda a Sankara: el verdadero enemigo no siempre viene con uniforme extranjero; muchas veces lleva corbata africana y pasaporte diplomático.
Pero como sabemos, quienes osan plantar cara al sistema globalista pagan un alto precio. La pregunta es inevitable: ¿permitirá la élite internacional —y sus aliados internos— que Traoré sobreviva y cumpla su agenda?
5. Un patrón que se repite, ¿Y si el enemigo también está dentro?
Demasiadas veces, los verdugos de nuestros héroes no han sido extranjeros. Han sido africanos disfrazados (gente con piel negra pero con alma de colonizador). Gobiernos títeres, militares corruptos, empresarios codiciosos, periodistas manipulados. Todos colaboran en mantener el orden mundial que nos aplasta.
• Mobutu entregó a Lumumba.
• Compaoré traicionó a Sankara.
• Milicias libias celebraron la muerte de Gadafi.
No podemos construir un África nueva si seguimos creyendo que el único enemigo está afuera. El neocolonialismo no solo impone presidentes. También moldea aspiraciones, manipula ideas y financia nuestra división. El colonialismo del siglo XXI no necesita cañones; le basta con influencers, ONGs, contratos y becas bien dirigidas.
La historia africana está manchada con sangre de patriotas. No es casual. Los líderes que se subordinan a potencias extranjeras mueren en paz. Los que se levantan… mueren asesinados.
• Sylvanus Olympio (Togo): asesinado por querer crear una moneda independiente.
• Samora Machel (Mozambique): murió en un sospechoso accidente aéreo tras denunciar al apartheid.
• Steve Biko (Sudáfrica): asesinado por el régimen por predicar la liberación mental del africano.
El mensaje es claro: África puede tener recursos, pero no ideas. Puede ser rica, pero no libre.
¿Qué hacemos nosotros, los jóvenes africanos?
La juventud africana es la mayoría del continente. Somos fuerza, creatividad, energía. Pero si no sabemos hacia dónde vamos, otros decidirán por nosotros.
• Educar: leer a Lumumba, Sankara, Nkrumah, Fanon. No solo leerlos: comprenderlos.
• Descolonizar la mente: dejar de pensar que el éxito se mide en visas, salarios en euros o likes.
• Cooperar entre países africanos: basta de tribalismo y fronteras mentales.
• Organizarnos: en redes, colectivos, movimientos comunitarios.
• Proteger a nuestros líderes: no idolatrarlos, sino blindarlos desde abajo con estructuras populares.
No basta con criticar a los traidores. Debemos formar el relevo ético, técnico y comprometido.
El papel de la diáspora
La juventud africana no solo está en el continente. Millones viven en Europa, América, Asia. Muchos tienen formación, recursos, conexiones. Pero si no están conectados a su raíz, su fuerza se diluye.
La diáspora debe jugar un rol activo:
• Financiar proyectos soberanos en África.
• Denunciar el racismo y el expolio desde dentro.
• Formar alianzas con movimientos afros.
• Proteger a líderes como Traoré desde los medios globales.
La diáspora puede ser la retaguardia de la liberación africana. Pero debe despertar.
Hacia una segunda independencia
La independencia de los años 60 fue simbólica. Muchos países africanos se liberaron políticamente, pero siguieron siendo dependientes económica y militarmente. Hoy, una nueva generación se levanta para conquistar la verdadera independencia.
• Independencia alimentaria: producir lo que comemos.
• Independencia tecnológica: crear nuestras propias soluciones digitales.
• Independencia cultural: dejar de aspirar a lo europeo.
• Independencia mediática: contar nuestras historias con nuestras voces.
Esta segunda independencia no vendrá desde arriba. Vendrá desde la calle, la escuela, la aldea, el barrio, el joven.
¿repetiremos la historia o la reescribiremos?
Lumumba nos mostró el precio de la dignidad. Sankara, el valor de la coherencia. Gadafi, el poder de la visión continental. Hoy, Ibrahim Traoré se levanta con su generación. ¿Estará solo? ¿Permitiremos que lo aíslen, que lo traicionen, que lo borren? El mundo no nos quiere libres. Nos quiere funcionales. Pero los pueblos que recuerdan, se organizan y luchan… terminan escribiendo su destino.
África ya ha dado suficientes mártires. No necesitamos más tumbas. Necesitamos victorias. Y las victorias no las traen los salvadores. Las construyen los pueblos.
Este mensaje no busca enfrentarte, sino desafiarte. Porque si alguien tiene el poder de cambiar el rumbo de Occidente y de África, son los jóvenes que no quieren repetir los errores de sus ancestros. Esos que entienden que el poder no puede seguir sustentándose en el dolor ajeno.
La historia no ha terminado de escribirse. El cambio es posible si tanto el joven africano como el occidental deciden romper el ciclo. Levántate, cuestiona, resiste. Porque la emancipación no es solo una lucha africana: es una lucha humana, contra el poder desmedido y la indiferencia global.
Tanto jóvenes africanos como occidentales, hemos de armarnos de Voluntad, Proactividad y Compromiso con un mundo mejor, pues las generaciones pasadas son precisamente eso, pasadas, nos toca a nosotros decidir en qué mundo queremos vivir.
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