D/dios "existe", pero NO EXISTE

 

   

Palabras del autor

Soy un joven fil贸sofo de vocaci贸n, pero soci贸logo de formaci贸n. Con este art铆culo no pretendo socavar la fe de nadie, sino cumplir con mi responsabilidad de fomentar el Pensamiento Cr铆tico.

Como intelectual, no estoy de acuerdo con la obediencia ciega, pues considero que el cuestionamiento nos conduce al descubrimiento, creando as铆 una fe fuerte y fundamentada

Si no est谩 dispuesto a examinar sus creencias, le pido encarecidamente: NO LEA EL ART脥CULO.                                                                                                                                                                      

Introducci贸n: La eterna paradoja que habita en nosotros

 

Ya es demasiado tarde para negar la existencia de D/dios, pero igualmente precipitado afirmarla”. ¿Alguna vez has sentido que hablabas con alguien que no estaba all铆, pero que te escuchaba m谩s que nadie? ¿Alguna vez te has sorprendido agradeciendo, culpando o negociando con una fuerza invisible, en medio del dolor, del 茅xtasis o del vac铆o? Estas experiencias tan 铆ntimas y universales apuntan a una figura central en la conciencia humana: D/dios. 

Es IMPOSIBLE negar la existencia de D/dios, pero igualmente PRETENCIOSO afirmarla”. Pues, la historia humana ser铆a dif铆cil de entender sin esta presencia ausente, sin este personaje que, existiendo o no, ha movido m谩s monta帽as que cualquier fuerza f铆sica. Las catedrales y mezquitas, los sacrificios humanos y las guerras “santas”, las prohibiciones sexuales y los festivales sagrados... todo ello nace de la relaci贸n con algo que no podemos ver ni tocar, pero que sentimos m谩s real que muchas cosas tangibles.

Es curioso, en cada rinc贸n del mundo, en cada cultura, y en cada 茅poca, se ha gestado una pregunta que parece resistirse a toda respuesta definitiva: ¿D/dios existe? Desde la metaf铆sica hasta la pol铆tica internacional, la figura de Dios ha sido un eje invisible que sostiene, condiciona y transforma la experiencia humana. Pero ¿y si el D/dios que buscamos no es un ser, sino una construcci贸n, una necesidad, una inteligencia que habita en el modo en que organizamos el universo?

Este art铆culo se sumerge en esa paradoja: D/dios "existe", pero NO EXISTE; partiendo de su necesidad ontol贸gica, su g茅nesis antropol贸gica, su existencia psicol贸gica, su influencia social, geopol铆tica, hasta su mundializaci贸n a trav茅s de la globalizaci贸n.

Sea creyente o no, este art铆culo no le dejar谩 indiferente, por lo que, ag谩rrese bien porque comenzamos a demostrar c贸mo es que D/dios “existe”, pero NO EXISTE.

 

Metaf铆sica: Lo divino como necesidad ontol贸gica

Desde la metaf铆sica, Dios ha sido concebido como el principio primero, el ser necesario, la causa incausada. Los humanos, al enfrentarse con lo inexplicable —el origen del universo, la muerte, el orden c贸smico—, han proyectado una esencia que explique el Todo. No es una persona, ni un padre vigilante con barba, sino una Inteligencia Ordenadora, una armon铆a que emerge de la diversidad, un principio rector sin rostro ni voz.

Desde un joven fil贸sofo africano, pasando por la filosof铆a occidental, la oriental, hasta las cosmovisiones de las civilizaciones precolombinas y los nativos de Ocean铆a; seguimos siendo much铆simos los que intentamos nombrar eso que parece escapar a toda definici贸n, pero que se intuye como necesario para que el cosmos tenga sentido.

Piensa en un atardecer perfecto, la precisa sincron铆a de un ecosistema, las incontables estrellas en una noche despejada. Esa sensaci贸n de asombro ante la perfecci贸n c贸smica, ¿no es acaso la experiencia m谩s aut茅ntica de lo divino? No necesitas un dogma para sentir que hay algo m谩s grande que t煤, algo que trasciende nuestra comprensi贸n limitada.

Cada vez que veo un documental sobre el universo, donde las part铆culas parecen "saber" qu茅 hacer incluso a distancias imposibles (entrelazamiento cu谩ntico), donde la materia y la energ铆a son intercambiables, donde el tiempo y el espacio se curvan. Esta ciencia tan avanzada a m铆 me suena como a misticismo. Como si al profundizar en la materia, encontr谩ramos algo inmaterial. Como si al desentra帽ar el cosmos, nos top谩ramos con un misterio cada vez m谩s profundo.

¿No es esa complejidad arm贸nica, esa inteligencia que parece permear cada rinc贸n del universo, aquello a lo que realmente apunta la palabra "Dios"? No un anciano en las nubes, sino la inteligencia inherente a la creaci贸n, el patr贸n que subyace al caos aparente.

En este sentido, D/dios no es quien decimos que es, sino otra cosa: no necesita ser un ser supremo con mandamientos ni supervisi贸n moral. El universo, con su precisi贸n matem谩tica y su belleza ca贸tica, es D/dios. La Armon铆a en la Diversidad es, por tanto, el rostro m谩s aut茅ntico de lo divino.

 

Antropolog铆a: La g茅nesis humana de los dioses

A lo largo de la historia, las culturas han creado dioses a su imagen y semejanza. No porque Dios exista tal cual, sino porque los humanos lo necesitan. El ni帽o que teme a la oscuridad crea una figura protectora en su mente. La tribu que enfrenta un trueno inventa un dios del cielo. As铆 nacen los mitos, no como mentiras, sino como intentos humanos de comprender lo inabarcable.

Cada sociedad proyecta en sus dioses sus propios valores, miedos y aspiraciones. Los dioses guerreros predominan en sociedades militarizadas; los dioses f茅rtiles, en sociedades agr铆colas; los dioses justos, en sociedades con fuertes c贸digos morales.

Es revelador c贸mo los dioses evolucionan con las sociedades que los crean. El Yahv茅 de los primeros textos b铆blicos es tribal, vengativo, celoso de otros dioses. Conforme la sociedad hebrea madura, su dios se universaliza, se vuelve m谩s 茅tico, menos caprichoso, se vuelve un t铆o enrollado, se vuelve un t铆o guay.

Cuando las sociedades enfrentan fuerzas que no pueden controlar —sequ铆as, enfermedades, desastres naturales—, tienden a personificarlas como entidades con voluntad propia. Esto permite relacionarse con ellas a trav茅s de rituales, sacrificios, oraciones: si la entidad tiene voluntad, puede ser persuadida.

Los creyentes est谩n obsesionados con la necesidad de la existencia de D/dios porque no comprenden —o se niegan a aceptar— que la Armon铆a en la Diversidad no necesita un autor con forma humana. Es m谩s f谩cil atribuir la diversidad armoniosa del mundo a una conciencia suprema que aceptar que el orden puede surgir espont谩neamente del caos.

Esta necesidad psicol贸gica es comprensible. El cerebro humano est谩 programado para detectar patrones, para buscar intenciones detr谩s de los eventos, para establecer relaciones causales. Nuestra supervivencia como especie ha dependido de estas habilidades. Cuando vemos movimiento en la hierba, asumimos que hay un depredador, no solo viento. Cuando o铆mos un ruido en la noche, pensamos en un intruso, no en la casa asent谩ndose. Esta tendencia a "sobreatribuir intencionalidad" nos ha mantenido vivos, pero tambi茅n nos predispone a ver agentes conscientes —dioses, esp铆ritus, 谩ngeles— donde solo hay procesos naturales.

Y sin embargo, esta "ilusi贸n" ha sido incre铆blemente productiva para la humanidad. Los mitos han cohesionado sociedades, han impulsado la creaci贸n art铆stica, han proporcionado marcos 茅ticos. Han dado consuelo ante la muerte y esperanza ante la adversidad. Si juzgamos las creencias no por su veracidad emp铆rica sino por sus frutos, ¿no debemos reconocer que la "ilusi贸n de Dios" ha sido una de las m谩s fecundas de la historia humana?

 

Psicolog铆a: D/dios en nuestra mente es real 

La mente humana no distingue con claridad entre lo real y lo simb贸licamente poderoso. Si una creencia genera emociones intensas, conductas y decisiones, entonces es real en su efecto. Y lo que es real en nuestra mente condiciona nuestro comportamiento.

Piensa en la 煤ltima vez que te sentiste verdaderamente culpable por algo. ¿No sentiste como si una mirada invisible te juzgara? ¿O cuando experimentaste una coincidencia asombrosa, no sentiste por un momento que "alguien" hab铆a movido los hilos para que ocurriera? Estos impulsos, tan universales, revelan c贸mo nuestra psique est谩 configurada para percibir intencionalidad y sentido, incluso donde la raz贸n fr铆a no los detecta.

D/dios, como idea, existe psicol贸gicamente. Habita en lo m谩s 铆ntimo: los rituales que tranquilizan, las oraciones que nos consuelan, el juicio que nos corrige internamente, el consuelo ante la muerte. Esa presencia interna moldea vidas enteras, dirige decisiones cotidianas, y organiza valores. El hecho de que no se pueda demostrar su existencia emp铆rica no lo hace menos determinante.

Los estudios sobre neuroteolog铆a —un campo emergente que investiga las bases cerebrales de la experiencia religiosa— han encontrado que ciertas pr谩cticas espirituales activan 谩reas espec铆ficas del cerebro asociadas con la empat铆a, la sensaci贸n de transcendencia y la reducci贸n del estr茅s. La meditaci贸n profunda, por ejemplo, disminuye la actividad en la regi贸n cerebral vinculada a la percepci贸n de los l铆mites entre uno mismo y el mundo, generando esa sensaci贸n de "unidad con todo" tan caracter铆stica de las experiencias m铆sticas.

¿Significa esto que Dios es "solo" una experiencia neurol贸gica? Aqu铆 no traigo nada concluyente, pero tambi茅n es cierto que la experiencia de lo divino —sea cual sea su origen 煤ltimo— es neurol贸gicamente real y psicol贸gicamente transformadora. D/dios es un producto en el inconsciente colectivo, algo parecido a una imagen primordial que emerge espont谩neamente en todas las culturas. Por tanto, las personas que rechazan conscientemente toda espiritualidad a menudo proyectan su necesidad religiosa en sustitutos: el culto a celebridades, la devoci贸n absoluta a ideolog铆as pol铆ticas, o incluso la adicci贸n al trabajo o al consumo.

El fanatismo religioso, por ejemplo, nace muchas veces como defensa frente a la inseguridad interior. Es un escudo frente al caos, un refugio frente a la nada. La disonancia cognitiva lleva a las personas a defender con violencia sus creencias cuando 茅stas son puestas en duda. D/dios es tan importante en la mente, que su negaci贸n se vive como un ataque personal.

Quiz谩s la postura m谩s sabia sea reconocer esta dimensi贸n ps铆quica de lo divino sin pretender reducirla a una mera ilusi贸n. D/dios existe en nuestra psique con la misma intensidad que el amor, la belleza o la justicia: realidades que no podemos tocar ni medir, pero que moldean profundamente nuestra experiencia de ser humanos.

 

Sociolog铆a: La proyecci贸n de D/dios en la sociedad

Pero no nos quedamos en la mente. Los seres humanos transforman el mundo en funci贸n de sus ideas. No s贸lo son moldeados por su entorno; tambi茅n lo moldean. D/dios, como imagen mental, comienza a proyectarse en las instituciones: la familia, la escuela, la ley, los valores.

Las culturas estructuran el tiempo seg煤n sus dioses: el calendario occidental marca los a帽os desde el supuesto nacimiento de Cristo; los d铆as de la semana llevan nombres de deidades n贸rdicas y romanas; las festividades marcan ciclos sagrados. Incluso en sociedades aparentemente secularizadas, el ritmo de la vida sigue siendo religioso.

Las sociedades construyen normas en nombre de D/dios. Se casan, se juzgan, se educan y se matan en su nombre. Incluso quienes no creen en 茅l se ven influenciados por estructuras sociales impregnadas de religiosidad. Los d铆as festivos, las definiciones de bien y mal, las formas de amar y de morir, todo est谩 atravesado por la noci贸n colectiva de lo divino.

En realidad, D/dios no es m谩s que otra construcci贸n social como la misma experiencia humana. Cuando los creyentes adoran a su dios, est谩n adorando inconscientemente a la comunidad que les da identidad y protecci贸n. Los rituales religiosos refuerzan la cohesi贸n social, y los mandamientos divinos suelen coincidir sospechosamente con lo que beneficia a la estructura social dominante.

Esta perspectiva explica por qu茅 los dioses tienden a legitimar el orden establecido. En sociedades patriarcales, Dios es masculino. En monarqu铆as, Dios es rey. En sociedades esclavistas, Dios ordena a los esclavos obedecer a sus amos. La imagen de lo divino refleja —y a su vez refuerza— las estructuras de poder humanas.

Sin embargo, la dimensi贸n religiosa tambi茅n ha nutrido las luchas por la justicia y la liberaci贸n. La Teolog铆a de la Liberaci贸n en Am茅rica Latina, el movimiento por los derechos civiles liderado por Martin Luther King Jr., la resistencia de Gandhi contra el colonialismo brit谩nico... todos ellos bebieron de fuentes espirituales para desafiar poderes opresivos. D/dios ha servido tanto para mantener el statu quo como para subvertirlo.

En las sociedades contempor谩neas, incluso las m谩s seculares, persisten formas religiosas secularizadas. El mercado se ha vuelto una especie de divinidad omnipresente que promete salvaci贸n a trav茅s del consumo. La tecnolog铆a ofrece milagros cotidianos y promesas de inmortalidad digital. Las celebridades son veneradas como semidioses. La ciencia, para muchos, se ha convertido en un sistema de creencias que ofrece respuestas 煤ltimas y consuelo existencial.

Por tanto, aunque D/dios no exista como ser, existe como fuerza social. Una fuerza tan poderosa que incluso se impone a quienes no creen en ella. Como el lenguaje o el dinero, Dios es una construcci贸n social que adquiere realidad y poder a trav茅s del consenso colectivo.

 

Geopol铆tica: Dios como instrumento de poder

En el tablero de la pol铆tica internacional, las religiones han sido usadas como armas de conquista. Las lenguas, las econom铆as, los valores y las religiones viajan junto con los ej茅rcitos y las corporaciones. El cristianismo fue impuesto junto con el colonialismo; el islam con los imperios expansivos.

No es casualidad que las religiones actuales coincidan sospechosamente con antiguas rutas comerciales e imperios hist贸ricos. El cristianismo domina donde llegaron los imperios europeos; el budismo se extendi贸 a lo largo de las rutas comerciales asi谩ticas; el islam sigui贸 las conquistas 谩rabes y turcas. Las creencias m谩s 铆ntimas de millones fueron determinadas por estrategias geopol铆ticas de hace siglos.

La escala de valores que domina hoy el mundo es profundamente religiosa, -eso lo aprend铆 en sociolog铆a de la religi贸n-, aunque a veces se oculte tras discursos seculares. Las grandes potencias han exportado no s贸lo productos, sino ideas sobre Dios, el alma, el pecado, el perd贸n, el destino. Al imponer su cultura, han impuesto tambi茅n su Dios.

El concepto de "destino manifiesto" que justific贸 la expansi贸n estadounidense, o en la noci贸n de "carga del hombre blanco" que legitim贸 el colonialismo europeo. Ambas ideas, aparentemente seculares, estaban impregnadas de mesianismo religioso: la creencia de que ciertas naciones hab铆an sido elegidas por “D/dios” para "civilizar" al resto.

Hoy, el "choque de civilizaciones" entre Occidente y el mundo isl谩mico no se reduce a intereses econ贸micos o territoriales; involucra visiones incompatibles sobre el papel de la religi贸n en la sociedad. Los movimientos fundamentalistas contempor谩neos —ya sean cristianos, isl谩micos o jud铆os— pueden interpretarse como reacciones defensivas ante la homogeneizaci贸n cultural impuesta por la globalizaci贸n.

Incluso las guerras aparentemente seculares est谩n impregnadas de lenguaje religioso. Los discursos b茅licos dividen el mundo en "bien" y "mal", prometen "redenci贸n" a trav茅s del sacrificio, y santifican la muerte por la "causa sagrada" de la naci贸n. Las religiones, a su vez, operan cada vez m谩s como actores geopol铆ticos. El Vaticano mantiene relaciones diplom谩ticas con casi todos los pa铆ses del mundo. Los ulemas isl谩micos emiten fatwas con repercusiones internacionales. Israel fundamenta parcialmente sus reclamaciones territoriales en textos b铆blicos. Grupos como ISIS o Boko Haram utilizan interpretaciones extremistas del islam para justificar sus agendas pol铆ticas.

As铆, D/dios se globaliza. Y lo hace no como una figura m铆stica, sino como un sistema de valores que ordena el mundo, que legitima gobiernos, que organiza mercados, que define lo que es deseable, bueno, humano. La imagen de Dios —o su negaci贸n— sigue siendo un campo de batalla donde se dirimen cuestiones de poder, identidad y dominaci贸n a escala planetaria.

 

Globalizaci贸n: D/dios como red mundial de sentido

En el mundo globalizado, las religiones compiten, se mezclan, se adaptan. D/dios se vuelve fluido, se transforma en espiritualidad, en energ铆a, en prop贸sito. En un planeta interconectado, la figura de D/dios ya no es monopolio de una religi贸n, sino un espacio simb贸lico en disputa.

Imagina a una joven occidental que practica yoga (hind煤), medita con t茅cnicas zen (budistas), lee sobre 谩ngeles (judeocristianos) y consulta su hor贸scopo (herencia grecorromana). Un africano que combina el cristianismo con rituales ancestrales, o en un japon茅s que celebra su boda en ceremonia sinto铆sta, su funeral con ritos budistas, y Navidad como fiesta secular. Estas mezclas, cada vez m谩s comunes, revelan c贸mo las fronteras entre tradiciones religiosas se difuminan en la era global.

Hoy, cualquier persona con conexi贸n puede acceder instant谩neamente a textos sagrados de todas las tradiciones, comunicarse con creyentes de cualquier fe, o construirse una espiritualidad personalizada. Ante esta diversidad abrumadora, muchos buscan un n煤cleo com煤n entre todas las religiones, una "perenne filosof铆a" que trascienda las diferencias doctrinales. Otros, en cambio, reafirman identidades religiosas exclusivistas como defensa contra la homogeneizaci贸n cultural. La globalizaci贸n religiosa genera tanto sincretismo como fundamentalismo.

El capitalismo global tambi茅n ha transformado lo divino en mercanc铆a. Las t茅cnicas espirituales se venden como productos para el bienestar personal. Los s铆mbolos religiosos se convierten en accesorios de moda. Los gur煤es espirituales operan como marcas corporativas. Esta mercantilizaci贸n puede trivializar lo sagrado, pero tambi茅n democratiza el acceso a pr谩cticas que antes estaban reservadas a 茅lites o iniciados.

Paralelamente, las religiones tradicionales adoptan estrategias globales. Las megaiglesias evang茅licas construyen imperios medi谩ticos transnacionales. El Vaticano utiliza redes sociales para difundir su mensaje. Los l铆deres budistas tibetanos en exilio movilizan apoyo internacional. Las organizaciones isl谩micas financian mezquitas y centros culturales en todo el mundo. Lo divino, en su dimensi贸n institucional, se adapta a la l贸gica de redes de la era digital.

Conclusi贸n: la verdad en la contradicci贸n

Entonces, ¿D/dios existe? La respuesta es: s铆, pero NO.

Existe en nuestra mente, y nuestra mente es real. Existe en nuestras relaciones, en nuestras instituciones, en nuestros conflictos, en nuestros mapas culturales. Existe como lenguaje, como s铆mbolo, como necesidad. Y tambi茅n como inteligencia ordenadora, como esencia que se manifiesta en el orden del universo sin necesidad de nombre ni rostro. En este sentido, D/dios existe.

Pero no, NO EXISTE, al menos no como persona, como ser separado que nos observa desde fuera. No existe como lo pintan las religiones, sino como lo intuye el asombro. Es menos un ente y m谩s un espejo. Un reflejo de lo que somos y de lo que tememos.

La aut茅ntica experiencia de lo divino suele ser m谩s cercana a la perplejidad que a la certeza. M谩s pr贸xima al silencio contemplativo que al discurso doctrinario. M谩s af铆n al poeta que intuye que al te贸logo que define. Porque D/dios, en su parad贸jica naturaleza, se manifiesta en su ausencia. Se hace presente en su silencio y, sobre todo, NO ES UN SER, SINO UN DEVENIR.

En definitiva: D/dios existe, pero NO EXISTE.

Y quiz谩, justo ah铆, en esa contradicci贸n, es donde habita su verdadero poder.

Comentarios

  1. Interesante art铆culo j贸ven.
    Dios existe como amor, como persona sobre Natural, como energ铆a, Dios Existe.
    Las teor铆as que intentan explicar la creaci贸n del mundo, la diversidad en armon铆a y otras explicaciones matem谩ticas no nos pueden hacer entender si realmente existe o no.
    Si la mente humana invent贸 a Dios, ¿qu茅 impresionante no crees? 脕frica siendo la humanidad de la civilizaci贸n, el centro que le da sentido a la sociedad pasada y a la actual el sentido de ser y de existir; en mi opini贸n 脕frica como continente y africanos como humanos; no hemos cometido el error de crear a Dios o la necesidad de tener uno.
    Antes que Israel sea como naci贸n en 脕frica ya se adoraba a los dioses, no hay necesidad de exponer un Dios globalizado para mantener orden en el mundo.
    En conclusi贸n: Dios no es producto de la imaginaci贸n del hombre sino m谩s bien, la esencia del hombre y todo lo que hay, ya sea lo tangible o viceversa.
    El creador no puede ser menos importante que lo creado.
    Si Dios existe por la necesidad del hombre, la naturaleza humana no estar铆a bien definido por la sencilla raz贸n de que, todo creado por el hombre no es m谩s importante que 茅l.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias por sus palabras, y s铆, lo entiendo: D/dios existe, pero NO EXISTE.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

¿Ecuatoguineano o Bant煤, qu茅 eres?

La historia que NUNCA APARECE en los libros.

Los j贸venes NO SON EL FUTURO, NUNCA LO HAN SIDO.